Revancha

«Aún tenemos cuentas que saldar…»

La lluvia golpea la ventana. Estoy descalza esperándote, sentada en la silla de madera de mi abuela. La lluvia parece quedarse de invitada a la función que vamos a protagonizar. Si te animas. Si me animo.

Te espero. Con el lápiz en la mano, ese que deje de usar cuando escribía en el cuaderno nuevo. De tapas azules. Lo compre en la librería cerca de tu casa, donde  me besaste por primera vez.

¿Te acordás como temblaba tu boca? Seguro que no. Yo si. Tus ojos me miraban con miedo. Temías que te comiera.

Ahora te espero en casa. Al lado de la ventana. La lluvia es mas intensa. Mi boca será así, como ella. Mi pelo con sus bucles se te negaran, pero mis manos dirán lo contrario.

Me dirás palabras al oído que amortiguaran mis sentidos. El corazón latera más fuerte. Mi piel será como un erizo. De punta. Mi boca estará seca esperando a tu beso cruel. Te basas en eso conmigo. En la crueldad de saber que no serás mío, ni ahora ni nunca. Tus dueños son tantas mujeres como los zapatos que hay en tu placard.

Galán. Eso sos. Un galán que enamora y tira. O deja. Busca mentiras entre las hojas de su escritorio. Pero eso no nos afecta.

La lluvia golpea la ventana. Descalza y sentada en la silla de madera de mi abuela te espero. Tengo un vestido que no conoces pero te gustara, las perlas caen en mi pecho y mi pelo esta suelto.

La puerta regala sonidos que conozco muy bien. Se abre y ahí estas, sin flores en la mano pero no me afecta, nunca te pedí nada. Eso si, hoy abrázame, porque hace mucho que espero ese abrazo.

No faltaste a la cita. Sabes como cuidar a tus mujeres. No podes perder a una, no seria lo mismo.

Allí estas.

Viniste.

Ahora te digo algo.

Cuídate mucho, porque la que toma revanchas…soy yo.

Published in: on 21 noviembre 2009 at 3:50 PM  Comments (14)  

Des-engaño

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“Perdóname, yo no quise hacerte tan mal…es verano y nada importa mas que tu distancia…”

Lo engañe la noche que sabía que él se iría lejos. Teníamos un millón de promesas en el cajón de la que seria nuestra cómoda, allí, donde guardaríamos mis swetters cortos, esos que se me ve la panza y donde el guadaria los suyos que usaría arriba de la camisa para ir al trabajo en invierno. O mis remeras de verano, como la musculosa turquesa que me estaba poniendo para huir de mi des-engaño.

El estaba lejos. En esa parte del sur que no conocí y me niego conocer. Sus vacacaciones solo no se prolongaban, sabia todos sus movimientos. Volaría de mañana y llegaría a la ciudad al mediodía. Me llamaría, iríamos a almorzar, por la tarde me entregaría el regalo que me trajo del sur, chocolates y algo más. Hablaríamos de nosotros. Posiblemente planearíamos los días siguientes. Ya sabía todos los movimientos. También que al año siguiente nos iríamos a vivir juntos. Buscábamos depto a pesar de ya tener algunos muebles. Esa cómoda. Esas luces. Sabíamos todo. Lo supe, lo supe esa noche que se iría lejos. Que no lo soportaría. No estaba en sus planes. Ni yo, ni el en los míos. No podía vivir lejos de mis árboles ni de mis calles. Pero yo sabia que el se iría. Lo supe antes y no lo quise creer “cuando abra la ventana y vea esas nubes en esa otra ciudad”. De solo pensarlo…imaginarlo.

Supe esas cosas y también supe que lo engañaría, por primera vez en mi vida. Por única vez en esa vida. Necesitaba la prueba de que ese amor ya estaba consumado…que solo eran cenizas, que seguirían por algunos años mas, pero eran cenizas de inciensos que estaban en nuestra futura habitación. Esa habitación del departamento que casi tenemos en Palermo…con árboles en la puerta, discutiendo por si teníamos un perro. Lo supe…lo supe esa noche que me puse la musculosa turquesa, mis casi bucles al viento descubrían mas cosas, supe que no estaba preparada, era una nena. Una nena que se metía en problemas. Lo supe cuando me besaron esos ojos verdes, cuando me agarro de la mano y sabía que era inevitable. Lo supe. Nadie, pero nadie en este mundo de salva de un engaño…ni de una mentira oculta en la mente, menos con distancias en el medio. Esa noche cuando me dormí entre mis sabanas y era enero…sabia que él dejaba de ser mió, y que por mas anillos que tuviéramos, por mas sueños sanos y rotos, yo no era suya, ni el era mió. Las cenizas estaban en el cajón de la cómoda y nuestros remos serian pesados por años…años enteros, entre sabanas, durmiendo cada uno de cada lado. Llorando por las noches, riendo de día. Pensando en otro cuerpo, en otra boca…en como seria todo si…

Pero esa noche, que supe que se iría…que supe que no estaría ahí, supe también que por mas secreto que fuera todo, escaparía del civil libre, sola, feliz, por mas que tres años después me di cuenta de esa felicidad, de esa libertad.

Lo supe, lo supe esa noche que lo engañe.

Published in: on 29 septiembre 2009 at 1:18 AM  Comments (9)  

Decir.

XVII.

Tengo frió. Dije yo.

Veni que vas a tener calor. Dijiste vos.

Published in: on 9 agosto 2009 at 4:35 PM  Deja un comentario